Historia de las cruzadas en Jerusalén

LA OCTAVA CRUZADA
Esta octava cruzada, también la emprendió el rey de Francia, Luis IX, sin obtener apenas resultados y que acabo como la séptima, con el regreso a Europa sin haber alcanzado sus objetivos.
Entre los años 1265 y 1268, los Egipcios, al mando del sultán Baibars, conquistaron gran parte de los territorios de los estados cruzados de Levante, siendo la mayor amenaza de los cruzados desde los tiempos de Saladino. Fue entonces cuando Carlos de Anjou, hermano del rey Luis IX, le convenció para llevar la cruzada hasta Túnez y convertir al cristianismo a los musulmanes que poblaban estas tierras.
Luis IX accedió y recluto un gran ejército que zarpaba, como en la séptima cruzada el 1 de julio de 1270, desde el puerto de Aigues-Mortes, llegando a Cartago el 18 de julio, en pleno verano y mucho calor. El emir no se convirtió al cristianismo, resistiéndose a toda costa y repeliendo las fuerzas del rey que consideraba invasoras.
Con el tremendo calor, llegaron las enfermedades, cayendo Luis IX gravemente enfermo junto a dos de sus hijos, muriendo a los pocos días.

Cuando llegaron los refuerzos, el 25 de agosto de 1270, con Carlos de Anjou al frente, todo estaba ya acabado y el gran ejército diezmado y enfermo. Así transcurrieron unos meses con alguna pequeña escaramuza entre los dos ejércitos, hasta que en noviembre, el hijo que quedaba sano de Luis IX y que fue proclamado rey allí mismo, Luis III, firmo un tratado de negocios con el sultán, recaudo lo que pudo y todos volvieron hacia Europa, con otra cruzada fracasada.
El poder cristiano en estos parajes, se vio reducido a la ciudad fortaleza de Acre.
LA NOVENA CRUZADA
La novena cruzada, esta considerada por la historia como parte de la octava, también sería la última.
El rey de Inglaterra, Enrique III, había hecho votos hacía tiempo, para participar en una cruzada, aunque ya muy anciano, delego para que lo hiciera su hijo y heredero, el príncipe Eduardo.
Este zarpo para ayudar al rey Luis IX, en la octava cruzada sobre agosto de 1270. Cuando llego a Túnez, el rey ya había fallecido y su hijo Felipe II reinaba en aquellas tierras. Con la séptima cruzada fracasada y todos volviendo hacia Europa, el príncipe Eduardo, atraco en Sicilia para pasar el invierno.

La idea de una nueva cruzada con el al mando, rondaba su cabeza, así que lo proclamo entre sus seguidores, muchos de los cuales se negaron a ayudarle. Solo recluto un pequeño ejército de unos 2.000 hombres y partió hacia tierra santa, la primavera de 1271, junto a su esposa Leónor de Castilla, llegando a Acre en mayo del mismo año.
Al poco tiempo, llegaron refuerzos a cuyo frente se encontraban Bohemundo VI de Antioquia y Hugo III de Chipre, además de algunas tropas desde los Países Bajos con el obispo de Lieja al mando. Con tan escasas fuerzas, Eduardo sabía que no podría alcanzar sus objetivos, así que intento unir todos los cristianos del Levante y pactar con los mongoles. Sus planes no fructificaron, debido a los tratados comerciales en tierra santa y a que los mongoles estaban sumidos en otra guerra algo lejana. Para acabar con su mala suerte, las tropas del obispo de Lieja abandonaban la lucha con su líder al frente en enero de 1272, para ser nombrado nuevo papa de la cristiandad, (Gregorio X).
Eduardo, con su mermado ejército, hacia frente a los musulmanes en pequeñas escaramuzas. Por fin llegaron los ansiados refuerzos mongoles en su ayuda, conquistando desde el norte algunas pequeñas ciudades, hasta que el sultán Baibars, pudo reunir un gran ejército y cabalgar hacia el norte a neutralizar a los invasores mongoles, a los cuales logro retirar de sus dominios.
Mientras, Eduardo intento conquistar la pequeña ciudad de Qaqun, pero con su escaso ejército no logro ni siquiera esta empresa. Viendo todo perdido, firmo una tregua por diez años y diez meses el 22 de mayo de 1272 en Cesárea . Pero el enemigo sabía que su plan era reunir otro gran ejército y volver años más tarde de nuevo como cruzados, así que intentaron matarlo con una daga envenenada y aunque no lo consiguieron, tuvo que volver a Inglaterra muy enfermo, para recuperarse, dando por acabada, también en fracaso, la novena cruzada.

Ya en Inglaterra, su padre Enrique III, había muerto, por lo que sería coronado como Eduardo I de Inglaterra. En los años sucesivos, junto al recién nombrado papa, Gregorio X, intentarían proclamar otra nueva lucha y regresar a tomar tierra santa, pero todos los intentos fueron sin éxito y ya no se volvería nunca a convocar una nueva cruzada, la historia de las cruzadas en Jerusalén, había llegado a su fin.
